Es, quizás, uno de los lugares donde más late el baloncesto en toda Europa. Escondido, sí, en un pequeño pueblo, lejos del bullicio y de las grandes ciudades. Allí, en Mies, es donde se encuentra la sede de la FIBA.
Mies es un pueblo de algo menos de 2000 habitantes, localizado en el cantón de Vaud, limitando con el de Ginebra. Un pueblo que recorres en diez minutos, pero que tiene la localización perfecta para lo que la FIBA quiso crear en 1968: una sede donde el baloncesto sea protagonista.
En 2010 se encontró el terreno adecuado y se inició su edificación. El edificio simula una red de baloncesto, y se pueden observar distintos balones que atraviesan el edificio de arriba hacia abajo. En la entrada, una pequeña pista, con sólo una canasta, pero que sirve para echar unos tiros cuando es necesario desconectar.
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La sede de la FIBA, desde el exterior (Foto: Angélique Gómez)
El Hall de entrada nos da la bienvenida con una enorme pantalla donde reproducen partidos de selecciones, tanto femeninas como masculinas, así como el Mundial de 3X3 celebrado el pasado verano. El baloncesto es protagonista, dueño y señor del edificio. En la entrada, y tras firmar en el registro de entrada tanto el entrevistador como la fotógrafa (Angélique Gómez, a la que agradezco su tiempo desde aquí) nos recibe con una amable sonrisa Luis Rojas González.
Luis Rojas es el encargado de custodiar y cuidar el tesoro baloncestístico que se encuentra en la sede de la FIBA. Él ha sido quien ha creado el Hall of Fame, quien vio en la enorme sala de entrada un lugar para rendir homenaje a los mejores jugadores de todos los tiempos. Entre joyas en forma de trofeos, medallas o camisetas, una enorme grada con nombres de grandes personajes del baloncesto grabados en las sillas. Es allí donde Solobasket se sienta para entrevistar a Luis Rojas y conocer un poco más el entramado de este Hall of Fame, de esta Casa del Baloncesto, que no pudo nacer sin la ayuda de la Fundación Pedro Ferrándiz.
1. ¿De dónde nace la idea de crear una Casa del Baloncesto?
La FIBA tuvo una reunión en México, en 1968, durante los JJOO, y en ese momento se decide que la FIBA quería tener un edificio propio. Siempre habían alquilado pisos u oficinas, pero nunca se había tomado la decisión de hacer eso. En el 68 se toma esa decisión y se crean unos estatutos para buscar el lugar. Desde ese día hasta 2010, que fue cuando se encontró el actual emplazamiento, no se había tenido el dinero, las posibilidades o no se había encontrado el lugar adecuado. Es cierto que tomó mucho tiempo encontrar un lugar como el que tenemos ahora.
¿Cómo se llega a crear este Museo?
El museo nace de la colección que existía en Alcobendas, en Madrid. El señor Ferrándiz había creado la colección y empezó a trabajar en colaboración con la FIBA, que puso soporte económico para la fundación y ayudaba a las actividades. Claro, la fundación era muy independiente y todo lo que se enviaba de torneos, camisetas, medallas, era recibido por la fundación. La Fundación Pedro Ferrándiz tenía un espacio de unos 8000 m2, era un gran espacio y un gran equipo, que hicieron un gran trabajo para la cultura del deporte y para FIBA. Después de que Pedro Ferrándiz decidiera jubilarse, en ese momento nos dice que tomemos la colección y en ese momento es cuando nos encargamos de ella y la traemos a Suiza.
Entonces, dentro de este edificio, que al principio no era un edificio dedicado al museo, si no que eran sólo oficinas, en ese momento se decide crear un espacio en la planta baja donde pudiéramos poner toda esta exposición para que la gente pudiera verlo.
¿Colaboró alguna empresa o alguien externo para crear el museo?
De por sí, habría que empezar por los arquitectos, Luscher, de aquí de Suiza, de Lausanne, y gracias a ellos se creó una identidad. Gracias a esa identidad que le dieron al edificio se empezó a crear todo este espacio de exposición, que se trabajó con una empresa que se llama Atelier Oi, que se encuentran cerca de Neuchâtel. Esta empresa se encarga de hacer diseños para diferentes marcas, de tiendas, vitrinas de Louis Vuitton y cosas así, además de trabajar en otros museos como el de la Cruz Roja en Ginebra y generan estos espacios de exposición. Así se creo toda una identidad en este espacio.
El año pasado recibimos 3500 visitas. Si estuviéramos en un sitio privilegiado como el Museo Olímpico, las triplicaríamos
¿Cuántas visitas anuales recibe el museo?
El año pasado recibimos 3500 visitas. Hay muchas visitas diferentes, desde turistas que vienen a ver el espacio, otras que organizamos con clubes o empresas, así como escuelas, que vienen sobre todo en el período de verano, donde organizamos la visita y algunas actividades deportivas, hablándoles del origen del baloncesto y algunos detalles, como la altura de los jugadores y cosas así para que sea divertido para los niños.
¿No tendría más peso este museo en una ciudad más grande, como ocurre con el Museo Olímpico de Lausanne?
Claro que sí. El acceso no es tan fácil, estamos alejados de todas las federaciones, a excepción de la Federación de Motociclismo, que está cerca. Si estuviéramos en Laussanne, en un sitio privilegiado como el del Museo Olímpico, creo que triplicaríamos las visitas y sería un gran atractivo turísitico. Por el momento, lo que hacemos es ir a captar a la gente, en la ciudad más cercana, que es Nyon, y ahora hemos comenzado a captar público en Ginebra.
¿Te gustaría que el museo tuviese más afluencia?
Me gustaría que se conociera mucho más. Me gustaría generar mucho más, abrir más vías de comunicación, que sea más intenso y fuerte y que viniera cada vez más gente, que este espacio estuviese más vivo y que se viviera esta colección. Un museo no está vivo sin sus visitantes.
¿Cómo lograsteis tener toda la biblioteca, así como los objetos, al margen de Ferrándiz?
A parte de Ferrándiz, en ese momento toda la colección que generaba FIBA se almacenaba en un local. A partir de ahí, había que trabajar con todo esto, clasificarlo y dar orden. Esas colecciones se trasladaron aquí y ahora lo que hacemos es contactar con jugadores o federaciones para tener algunas donaciones. El trabajo continúa y durante todas las competiciones viajo para conseguir más material y si no es posible allí, contacto con las distintas federaciones para conseguir más objetos.
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Luis Rojas, apoyado en una de las vitrinas del Hall of Fame
Dentro de la biblioteca, ¿cuál es la obra más extraña que tengáis?
En la biblioteca tenemos un libro de 1900, supervisado por Gullit, que era el director del YMCA donde trabajó Naismith, donde hace una revisión de las reglas del baloncesto. Es una obra muy importante para nosotros porque es el principio de todo lo que es el baloncesto, porque significa el inicio del baloncesto a un nivel más elevado de lo que era el que se jugaba en las escuelas y da una base de lo que es el baloncesto ahora mismo. Así que esa obra creo que es la más importante.
¿Existe la idea de crear un Hall of Fame similar al de la NBA e, incluso, una ceremonia como la que ellos tienen en cuanto a repercusión?
Sí, la idea viene de lo que se creó en Alcobendas en 2007, donde Pedro Ferrándiz le propuso a Stankovic que era necesario darle un espacio para honorar a estas personas que han hecho su carrera en el baloncesto. Se empezó a trabajar sobre ello y se pensó en honorar a atletas como Semionova o Belov, Petrovic… todos esos jugadores que son muy importantes, así como contribuidores como Naishmith, el secretario general William Jones o el primer presidente de la FIBA, Leon Bouffard. Estos personajes no tenían un lugar donde ser recordados y donde decir que gracias a ellos somos lo que somos ahora, así que este espacio es para ellos.
Ahora se ha intentado expandir todo esto, en Lille, creando una pequeña exposición para mostrar lo que es La Casa del Baloncesto. Me llevé varios objetos, con una parte gráfica donde mostrábamos lo que teníamos y algo de promoción. Fue muy buen espacio para ello. La ceremonia debería ser algo mucho más grande, con público abierto, periodistas, para darle un auge mucho mayor.
¿El objeto que haya llegado de forma más extraña o inesperada?
Más bien una con mucho sentimiento. Extrañas… más bien sorprendentes. Llegó un paquete que no sabíamos qué era. Era de USA Basketball, pero no sabíamos lo que había dentro, y era el uniforme de Kyrie Irving firmado.
Muy sentimental sobre todo la camiseta y las zapatillas de Tkachenko. Durante la ceremonia en su discurso, dando las gracias, dijo “quiero dar esto”. Y sacó su “pequeña” camiseta y sus “pequeños zapatitos” y se los dio al presidente. Entonces el presidente me llamó y me los entregó. Fue algo que yo sentí mucho, que me marcó y que creo que deberíamos explotarlo más, porque es parte de su historia y su vida. Es un honor recibir algo así, de esa manera.
La ceremonia debería ser algo mucho más grande, con público, acceso a periodistas, para darle un auge mayor
¿Tu objeto favorito?
Dentro de la colección… en general, todos me encantan, son como mis bebés, los cuidos y los mimo al máximo detalle. Para mí son obras que hay que conservar para dejárselos a las generaciones futuras. Vengo del mundo del arte, pero para mí esto es arte también, que hay que guardar y preservar. Tenemos el chándal de Bill Russell, que se usó en el 56, durante los JJOO, es una pieza valiosa y sentimental, pero hay otros objetos antiguos, que están en las vitrinas, como camisetas, balones, relojes, que se utilizaban y la mayor parte de esos objetos ya no existen o están en la basura, y es una látima que no se conservaran todos. Ahora tenemos una vitrina dedicada a esto y sigo buscando más objetos. Así la gente se hace una idea de cómo era el baloncesto antes.
Aproximadamente, ¿cuántos datos, objetos, etc, tenéis en la FIBA?
Es muy difícil saberlo. Sólo en la biblioteca tenemos 7000 libros. En el archivo, en la base de datos de partidos, de archivos de partidos, programas, tenemos más de 150 cajas con tres mil documentos, todo clasificado, de diferentes países, internacionales. Tenemos 120000 imágenes sólo históricas, más las actuales. Es muy buena pregunta, porque hasta ahora no me he puesto a calcular. Pero es enorme, tenemos 60000 objetos. Lo que puedo cuantificar son los objetos y las imágenes, pero FIBA… es muy difícil saberlo.
Tras la entrevista, Luis nos ofrece un café y nos invita a recorrer la sede. Allí vemos la sala de juntas, donde se organizan las reuniones más importantes del baloncesto FIBA. Recorremos la biblioteca, poso con un zapato donado por el mismísimo Shaquille O'Neal y tras ello, nos conduce a los archivos. No es parte habitual de la visita, y de noser por la amabilidad y el gran trato de nuestro anfitrión, a buen seguro que no habríamos podido ver el tesoro que guarda la sede de la FIBA.
Allí pasamos alrededor de una hora, donde vemos trofeos, medallas, vídeos, revistas, fotos, camisetas y balones firmados... Destaco, sobre todo, algunas de las piezas vistas, como la camiseta que usó Magic Johnson en el partido del centenario del Real Madrid o una de Nikos Gallis del Aris. Saca de algún cajón una de la Cibona, con Petrovic a la espalda, y nos muestra también la innumerable cantidad de camisetas cedidas tras el último mundial de 2014. Las medallas de Indianápolis, antorchas olímpicas o el mítico trofeo de la antigua Copa de Europa son sólo algunos de los objetos que marcaron nuestro camino. Incluso una detallada colección de la revista Gigantes del Basket, con todos y cada uno de los números, se almacena en ese archivo, que el propio Luis se encarga de custodiar y organizar.
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La Copa de Europa (Angélique Gómez)
Salimos de allí, con la sensación de haber tenido la historia del baloncesto a sólo unos pocos centímetros. De haber vivido la misma esencia del baloncesto, la viva historia, en forma de documentos con más de un siglo de historia, de títulos alzados por las leyendas que hoy en día veneramos.
Miro atrás y me fijo en el contador que preside la entrada: ya queda menos para los JJOO. Para que nuevos objetos decoren las paredes y las vitrinas de ese Hall of Fame que, por desgracia, es tan desconocido para el público en general. Y no puedo dejar de pensar que este trabajo de Luis Rojas merece ser conocido, que este Hall of Fame merece ser visitado, como si se tratara de una meca para los aficionados al baloncesto. Id, id si podéis, y disfrutad de esa amplia planta baja, disfrutad con cada camiseta colgada o con los vídeos donde se recuerda a cada jugador incluido en el Hall of Fame. El lugar, el sitio, y las personas que trabajan allí, lo merecen.